En los niños recomendamos hacer la primera exploración en cuanto los padres o pediatra detecten alguna anomalía en los pies: ya sea deditos uno sobre el otro, desgaste y deformación del calzado hacia un lateral, niños que se fatigan menudo y caen solos, ... porque generalmente en esta edad tan temprana, no se suelen quejarse nunca de los pies.
Dependiendo de la edad podemos encontrar desviaciones fisiológicas, sobre todo de las piernas (como es el genus valgo o piernas en "X", es decir que tocan de rodillas y separan tobillos). Hasta los cuatro años aproximadamente, un genus valgo, no tendrá que preocuparse exageradamente, porque es un mecanismo de autocompensación que tiene el niño para aumentar su triángulo de sostentación, y así conseguir, debido todavía a su inmadurez, un mayor equilibrio .
Sin embargo, cualquier trastorno de la marcha del niño (el más frecuente, sin duda son los pies valgos o pronados) cuando antes los podamos tratar mucho mejor ... ya que debemos pensar que cualquier hueso (y en estas edades, aún no han terminado su proceso de solidificación) sometido a una presión excesiva o anómala permanentemente, provocará que este hueso y partes blandas, se puedan deformar, adaptar y sufrir las consecuencias para siempre (ley de Davis, Wolf y Delpech). Por lo tanto, habrá una adaptación funcional tanto del hueso como de las partes blandas (ligamentos, cartílagos ..). Lo que pretendemos pues, es alinear tobillo, rodilla y cadera para prevenir futuros problemas en el adulto.
Por tanto, en la infancia, los tratamientos ortopodológicos (ya sean plantillas u ortesis de silicona para los dedos) van encaminados a ser preventivos o profilácticos, y una buena exploración de cadera, musculatura, asimetría de piernas, y biomecánica del pie, debería realizarse en edades muy tempranas.
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